Teherán y Jerusalem
Aprovecho el verano para una escapada a Teherán y Jerusalem. Por cuestiones de tiempo y presupuesto mi viaje es más abstracto y poético que lo que implicaría tomarme unos vuelos desde Barcelona.
Evito aeropuertos, tiempos de espera y trámites aduaneros para adentrarme en las raíces del malestar en dos ciudades fascinantes con los recursos que tengo Netflix y un museo que abre los domingos.
En “La Semilla de la Higuera Sagrada” una película alemana de 2024 que ganó el Oscar a la mejor película extranjera, Mohmmad Rasouf viaja a las profundidades del dilema moral que anida en el mal absoluto de cualquier régimen que usa la coerción, la intimidación y la muerte para perpetuarse.
En mi viaje veraniego, Teherán es una ciudad gris donde hay vida más allá de los velos y de los teléfonos móviles que se usan para organizar una revuelta que cuestiona los fundamentos de una sociedad represiva. Estoy en plena rebelión de los velos. Una nueva generación de mujeres se rebela contra una prohibición ancestral: mostrar el rostro en la calle.
En Teherán las cosas son diferentes a como las doy por garantizadas en los espacios seguros en los que me muevo habitualmente.
Podría ser cualquier ciudad occidental: hay coches, hay barrios, la gente come en el suelo exquisitas salsas de humus y hierbas con cordero. La ciudad parece limpia y ordenada,.
Los paisajes de los alrededores son desérticos, áridos como los de España. Se nota la riqueza de una sociedad forjada en contradicciones y en un progreso tecnológico y cultural avanzado
El juez de instrucción Iman se enfrenta a una paranoia digna de Hitchcock en un Teherán que está tomado por protestas de chicas jóvenes contra el uso del velo que son ahogadas por un régimen integrista y criminal.
La batalla interior que libra este hombre, enfrentado a su esposa y a sus dos hijas en su hogar, es reflejo de una ruptura que quiebra los cimientos mismos de un silencio que ya no puede sostenerse en el miedo y en el cansancio.
Lo que hace Iman como juez de instrucción es un trabajo administrativo. Obedece órdenes. Como en tantos regímenes de este tipo, ejerce la obediencia debida. Su responsabilidad se limita a algo simple: firmar sentencias de muerte de acusados de delitos de blasfemia.
Iman le dedica la mayor parte de su tiempo a este trabajo que está bien remunerado y bien visto políticamente. La emoción que lo impulsa no es solo el miedo a perder su estatus social, es también la ambición para darle a los seres que quiere lo mejor de sí, seguridad material y un ascenso en la escala social.
Su mujer es consciente de ese esfuerzo, que a Iman le granjea infinitos enemigos entre los deudos de las víctimas que son condenadas con su firma. La leal esposa se plantea como incondicional. Lo apoya en su ausencia, en su exigencia de respeto solemne, se hace cargo del cuidado de las hijas y no le reclama nada en su presencia en un hogar que sostiene y pacifica.
Esta bien constituida familia iraní es atravesada por dos hechos que alteran profundamente sus relaciones de poder interno: Por un lado a Iman se le da una pistola para que se defienda. Por otro lado, sus dos hijas se hacen parte del movimiento anti velos de Teherán.
La confrontación entre la cultura del miedo y del silencio y la necesidad de sacar a flote una esperanza y un camino de transformación interna y social es inevitable.
La pistola desaparece, con lo cual se inicia una incómoda e intrusiva investigación con interrogatorios y toruras psicológicas. Una amiga de sus hijas pierde un ojo en una manifestación ferozmente reprimida en la Universidad de Teherán.
Iman sospecha que en su propia familia anida la semilla del desastre: es una rebelión a un sistema normativo y una manera de encadenar decisiones conservadoras y tóxicas para perpetuar un esquema de poder machista basado en situaciones atávicas de sometimiento social.
or supuesto la principal víctima de este sistema represivo es la mujer, en abstracto. La mujer de Iman en concreto y sus dos hijas tienen claro, ya que tienen móvil y están en contacto con otras maneras de resolver las ecuaciones existenciales, que es lo que no quieren en sus vidas.
La batalla generacional y de género es épica, se ponen en juego todos los mecanismos de supervivencia. Mi viaje de verano culmina con la destrucción de un modelo patriarcal y jerárquico en una trama en la que ya aparecen elementos psicopáticos demoledores.
Es domingo a la mañana y en una breve excursión en tren desde Figueres me encuentro en un espacio legendario. La Aljama, aquí denominado el Call, el viejo barrio judío de Girona que subsiste en piedras que son testigos de mil pestes y mil contradicciones.
Las casas que tenían los comerciantes y artesanos judíos que vivián en la ciudad antes de 1392 eras magníficas: jardines frescos y sombreados, patios exquisitos, espacios protegidos y cerrados con muros y a la vez abiertos en sus partes superiores en terrazas con vistas y plantas. Era una comunidad que contenía en su seno a grandes genios como Nahmánides, que reinterpretó la cábala y terminó sus días en Palestina. Y que seguramente sometía a la mujer tanto como el régimen de Teherán.
Como si fuese un detective ávido de recuperar una trama que se escapa, el museo de historia de los judíos me permite reconstruir lo que fue una historia de arraigo y desarraigo, que puede contarse en unas palabras y que atraviesa los siglos de los siglos.
Los primeros judíos llegaron a Girona desde Besalú. La Aljama se fue extendiendo y se asentó la presencia de la comunidad con sus baños rituales, sus ceremonias y su amor por la torá y los libros sagrados.
Eventualmente adquirieron tierras para un cementerio del que se han rescatado algunas lápidas en el Montjuic.
Conecto con la rabia, ¿por qué este espacio del que la comunidad fue expulsada en 1392 es solo un museo como si ya no existieran más judíos?
La museización despectos de la vida que están presentes en la cultura es también una manera de calcificarlos, de ofrecerlos como atracción turístico más que como elemento vivo de la cultura en permanente evolución.
Veo los nombres de los miembros de esta antigua comunidad, cuyos apellidos, en las conversiones forzosas y movimientos de desintegración y expulsión se fueron colando como nombres locales.
Transito esas calles laberínticas, que también he recorrido en Lisboa , en Córdoba, en Sevilla como parte de una historia de desintegración y expulsión.
En la librería del museo se libra otra batalla cultural: “ No hablo catalán pero lo aprendo” dice el señor que atiende la librería, “Soy de Aragón” a una chica catalana que le pide literatura en catalán sobre la temática del museo.
Se llamó “ la segunda Jerusalem” la legendaria Gerunda, fundada en el cruce de la vía Augusta por la península.
Me pregunto para que todos esos hombres y mujeres, que llevaban un nombre y lo sostuvieron en su descendencia a través de un legado que se refleja en un sistema legal.
Rezos, cánticos y rituales impulsaron una manera de vivir en comunidad con sus valores. Quienes fueron fieles a esa forma de vida lo perdieron todo por ser coherentes consigo mismos.
La zaga sirve de la inspiración para mi cotidianeidad plagada de vacíos y desafíos.
La colosal batalla que tuvo lugar hace unos siglos en la conciencia de expulsores y expulsados, me llena de esquirlas tan potentes como las que la esposa de Iman saca de los ojos de una víctima de la represión en Teherán.
No es la primera vez que caen ejércitos y maldiciones sobre Jerusalem y sus zonas aledañas.
Hace más de 2000 años se destruyó el templo y las comunidades judías se dispersaron por Turquía, los países árabes, llegaron a la península ibérica y todos los rincones del planeta en una dispersión infinita solo sostenida por unos valores y una fe inamovibles.
Me pregunto si las bombas que hoy caen sobre Teherán y Jerusalem son el reflejo de esas mismas fuerzas atávicas, ancestrales, que oprimieron a tantas personas que se sentían seguras en sus hogares y las que la HISTORIA con mayúscula,.
Una historia que expulsó a personas arraigadas de sus zonas de integración para convertirlas en otra cosa, en meros objetos de unas fuerzas que van más allá de su propia naturaleza y que los atraviesan y los dejan a merced de la intemperie. No solo sus cuerpos vagaron por el mundo en la dispersión, también sus almas quedaron a merced de fuerzas oscuras y difíciles de imaginar.
La respuesta está en junto al Mare Nostrum Ancestral.
En la tarde eterna de un verano tórrido que ya anuncia su desintegración y la destrucción del mundo en unos meses, me doy cuenta que son fuerzas de la historia, Esas energías incontrolables me han traído hasta este espacio castigado y redimido, que más que anidar afuera, está dentro de mi conciencia.
La mortal guerra que se desarrolla con misiles hipersónicos y represión de la población civil, el desenfreno de regímenes autoritarios de cualquier signo hacia la destrucción y la muerte me hacen sentir el dolor de esos pueblos oprimidos y sometidos por fuerzas que van más allá de su comprensión y control.
La indolencia de Iman, fagocitado por su propia necesidad de estar seguro en una cadena de mando y en un espacio social en el se “normaliza” la tortura, la muerte y el sometimiento absoluto de la mujer, le pasa factura.
Su destino conecta con mi propio miedo al poder y al sometimiento, con mi propia soledad y mi propia incapacidad para afirmarme en mi identidad.
La batalla perdida de los velos contra el régimen, la fuerza de esas jóvenes que se rebelan, me conecta con mi propia capacidad para estar donde estoy en el momento vital que me toca y transformarme desde adentro para una mejor versión de mí mismo.
Acepto la naturaleza de mi fuerza y la del mar junto al que de momento me puedo refugiar, para cambiar y a la vez ser fagocitado por la historia como Iman.
Me ubico en un proceso que es más grande que el transcurrir de mis días.
Escribirlo pone en juego mi capacidad para entender, justificar, compartir y atravesar el devenir de la historia.